El próximo 15 de mayo —como cada año—, conmemoraremos al maestro y a la maestra. En esta ocasión, el festejo será diferente por razón conocida. La contingencia sanitaria hace perceptible, entre otras cosas, el papel fundamental, insustituible del maestro. La circunstancia que estamos viviendo lo hace evidente. El maestro y la maestra no estaban preparados, ni habituados, a trabajar en línea; sin embargo, es encomiable su esfuerzo, digno de significarse, al hacer evidente su más grande empeño y seguir guiando a sus alumnos a la distancia; ellos no han dejado de trabajar. En ese afán queda de manifiesto su vocación, sentido de responsabilidad y compromiso con su labor. Esta crisis transitoria seguramente será de aprendizaje, de autorreflexión, de autovaloración y de retroalimentación de su labor docente. Hoy, son solidarios en la distancia, aunque se extraña su presencia en el aula: en ella despliegan su empatía, infunden confianza y satisfacen, cara a cara, las interrogantes de sus alumnos; interactúan con sus colegas y con los padres de familia. Pronto pasará este fenómeno y volverán a las aulas, donde encuentran su razón de ser. ¡Felicidades maestros y maestras! Un abrazo en la distancia.

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